Tras las primeras expediciones a Egipto, se extendió por todo el mundo la pasión por su cultura milenaria. Francia, Inglaterra, Italia y Alemania compitieron por llevarse las mejores piezas del arte faraónico. Pero, con el paso del tiempo, los hombres que se encargaron de este trabajo pasaron de ser meros buscadores de tesoros a convertirse en protectores de los hallazgos, como fue el caso de Auguste Mariette, que empezó abriendo sepulcros con dinamita y más tarde fundó el Museo de El Cairo.